review – The Illusion of Infinitesimal – (baskaru) 2014
Perfection and uncertainty. La última de estas ediciones publicadas por Baskaru es también la última de las publicaciones de una artista que anteriormente recogimos en este pequeño sitio, una pequeña cobertura para una historia desarrollada por más de quince años, la cual se cruzó con nosotros justo en el momento que descubrió su personalidad de manera explícita, justo cuando iniciaba una nueva etapa que tiene con este trabajo su segundo capítulo. France Jobin fue antes I8U, nombre con el que publicó, sola o acompañada, catorce obras entre 1999 y 2011, para prestigiosas editoriales como Pandora, Bake, Oral, Room40, Atak, Non Visual Objects, Murmur y Dragon’s Eye. Una historia importante de esta compositora y artista sonora canadiense nacida en 1958 y residente en Montreal. Hace apenas dos años es que decidió emplear su nombre propio para firmar sus composiciones. Ese trabajo fue“Valence” (LINE, 2012) [184], un inmersión en las partículas de audio silente dentro del mutismo del label dirigido por Richard Chartier. “The Illusion Of Infinitesimal” es la continuación temporal, donde la artista se encierra todavía más en las panorámicas silenciosas. Tres piezas, tres prolongados desarrollos de minimalismo electrónico y ruido ambiental reducido a su expresión más esencial. Como France señala “‘The Illusion Of Infinitesimal’ representa otra oportunidad de refinar la esencia única de cada sonido y composición, en un esfuerzo de intentar comunicar mejor sin influir en su desdoblamiento, un delicado balance entre la perfección y la separación”. El universo sonoro de Jobin se concentra en si mismo, una introspección que limita lo más posible cualquier estridencia, dejando que las explosiones de sonido se conviertan en implosiones. El volumen al que son reproducidas las materias de esta obra alcanzan niveles muy bajos, al límite de lo perceptible, y solo con una cuidada atención logran percibirse las ricas capas que quedan subyacentes a la aparente quietud. La deliberada pasividad hace de este álbum uno que exige una extrema delicadeza al oírla, y solo así se descubre su misterio, las ecuaciones ocultas en el vacío. “-1/2” es, en realidad, tres fragmentos enlazados, una pista donde se distinguen tres etapas. La calma implacable de tonos vaporosos, una partitura donde el borde entre una anotación y la siguiente se desvanece, apuntado por lo que parece ser una solitaria nota de piano. Esa delicadeza enterrada deja ver la extrema belleza detrás del manto, la que avanza hacia otras formas de acordes desgastados y repetición, y más tarde a una electrónica que no es más que el brillo de una energía blanca inmaculada. “0” esta construida de remanentes orgánicos, de cuerdas extraídas de madera añeja, o al menos eso aparenta. La fragilidad de una acústica manual convertida en un loop contrasta con estratos de electrónica ínfima que incluso hacen pensar en aquel digitalismo sistémico de fin de siglo aunque cubierto de densidad, la que se posa sobre la repetición orgánica por unos minutos, dejando finalmente que los acordes sigan reiterándose. “+1” no es otra cosa que un destello infinito, el brillo de esta electrónica transparente que avanza tanto a nivel auditivo como visual. Se puede tanto escuchar como ver los sonidos que se desplazan a lo largo de los más de mil segundos de esta pieza que comienza a crecer lenta y paulatinamente, como partículas microscópicas que concentran masa y energía alrededor de su núcleo, hasta decantar en un resplandor incandescente, una eclosión tardía de estruendos contenidos. “The Illusion Of Infinitesimal”, estas composiciones de France Jobin conforman una enorme obra de ruido digital estático, la ilusión de la quietud en manchas minúsculas y notas que se desvanecen en el silencio.